En
el principio Dios creó al hombre para que tuviera comunión con Él . Adán y Eva
gozaban de una cercanía con su creador.
Pero
todo cambió cuando desobedecieron la autoridad de Dios. Él les había dado todo a
ellos, solo les dijo que había algo que ellos no podían tocar.
Ese
árbol representaba la autoridad de Dios sobre ellos. Cuando la primera pareja
violó el mandato de Dios, fue apartada y se rompió la relación con el
creador(Génesis 3:23).
Pero el Señor hizo una promesa de
que la simiente de la mujer iba a herir a la serpiente en la cabeza. Dios habló
en ese momento de enviar a un salvador que vencería a la serpiente y restauraría nuestra relación con Él.
Luego
en el capítulo 12 de Génesis el Señor llamó a Abraham para empezar a través de
él un pueblo( Israel) de cuál iba a salir el Salvador.
En
la ley vemos la necesidad del hombre de una salvador. Con sus propias fuerzas
el pueblo no podía llegar a Dios. Era imposible cumplir toda la ley sin violar
unos de sus mandatos.
Todo
el Viejo Testamento nos habla de la promesa de un redentor que volvería a
restaurar la relación del hombre con Dios ( Lucas 24:44). Él sería el mediador entre
nosotros y el Dios creador.
En
el capítulo 53 del libro de Isaías vemos las descripciones sobre el sufrimiento
y la muerte que parecería el Salvador.
Él iba a ser despreciado y desechado. Padecería dolores. Experimentaría
quebrantos. También llevaría nuestras enfermedades y sería herido por nuestra
culpa.
Después
del pecado de la primera pareja todos hemos pecado, ya sea por omisión o transgresión.
Por eso estamos separados de Dios (Romanos 3:23). Un gran abismo nos separa de
Él, porque somos pecadores y Él es santo.
Al
ser esclavos del pecado, es decir este nos gobierna, necesitamos a alguien que
nos libere de esta condición. No podemos hacerlo por nuestra propia fuerza.
Incluso
si otra persona se ofrece a hacerlo, no reuniría los requisitos porque esa
individuo no es justo.
Sólo
la muerte de un justo por los pecadores nos puede salvar de nuestra situación.
Era
necesaria la muerte de Cristo para pagar la deuda que teníamos con
Dios.
Nosotros no contábamos con los recursos para hacerlo. Por más que quisiéramos, nuestras obras eran como trapo de inmundicia delante de un Dios santo y bueno.
Nosotros no contábamos con los recursos para hacerlo. Por más que quisiéramos, nuestras obras eran como trapo de inmundicia delante de un Dios santo y bueno.
Pero
Dios, quien es rico en misericordia, proveyó el medio para saldar el
endeudamiento que teníamos con Él.
Por:
Alvaro Báez
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