Esto es muy cierto. Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira. Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. Debe estar siempre dispuesto a hospedar gente en su casa; debe ser apto para enseñar; no debe ser borracho ni amigo de peleas, sino bondadoso, pacífico y desinteresado en cuanto al dinero. Debe saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y de conducta digna; porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? Por lo tanto, el dirigente no debe ser un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma condenación en que cayó el diablo. También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo.
Cuando te dejé en la isla de Creta, lo hice para que arreglaras lo que quedaba por arreglar y para que, en cada pueblo, nombraras ancianos de la iglesia, de acuerdo con lo que yo te encargué. Un anciano debe llevar una vida irreprochable. Debe ser esposo de una sola mujer, y sus hijos deben ser creyentes y no estar acusados de mala conducta o de ser rebeldes. Pues el que preside la comunidad está encargado de las cosas de Dios, y por eso es necesario que lleve una vida irreprochable. No debe ser terco, ni de mal genio; no debe ser borracho, ni amigo de peleas, ni desear ganancias mal habidas. Al contrario, siempre debe estar dispuesto a hospedar gente en su casa, y debe ser un hombre de bien, de buen juicio, justo, santo y disciplinado. Debe apegarse al verdadero mensaje que se le enseñó, para que también pueda animar a otros con la sana enseñanza y convencer a los que contradicen. Porque hay muchos rebeldes, sobre todo entre los que vienen del judaísmo, que dicen cosas sin sentido y engañan a la gente.
A través de dos porciones escritas por el apóstol Pablo a dos de sus discípulos, Timoteo y Tito, el autor nos muestra 20 cualidades que todo hombre piadoso debe poseer.
Empezando por el primer capítulo “Es un hombre de Dios“, podemos observar que un hombre de Dios para llamarse como tal tiene que estar completo en Cristo. Es decir, un individuo que ha encontrado todo su satisfacción en lo que su Señor y Salvador ha hecho por él.
El hombre de Dios es una persona cuya conducta está alineada a su fe, y eso le genera una buena reputación entre los creyentes y los que no profesan la fe cristiana.
Además, cuando hay alguna discrepancia entre su fe y lo que los demás están percibiendo sobre su comportamiento, el hombre piadoso se analiza a la luz de la palabra de Dios y busca la sugerencia de las personas más cercanas para que le orienten acerca de su conducta.
Otras de las cualidades de un hombre de Dios es su pureza sexual en medio de la sociedad que nos incita a violar los principios bíblicos.
Para poder contrarrestar los vientos de ataque contra los parámetros establecidos por las Santas Escrituras, este hombre debe formular un plan que le permita de manera intencional vivir una vida por encima de la cultura actual.
En caso de estar casado el hombre de Dios necesita establecer una comunicación abierta con su pareja, para no dejar ningún espacio a tentaciones sexuales.
Una de las características que más predomina hoy día es la falta de equilibrio que tienen aquellos que decimos llamarnos hombres cristianos. Para lograr estabilidad en lo que hacemos a pesar de que las circunstancias sean difíciles, necesitamos descansar en Cristo.
El balance no va a ser posible si no estamos afianzando nuestra fe en Dios. No solo confiar en los momentos de abundancia, sino también en los tiempos de escasez, al igual que el apóstol Pablo.
El enfoque de un hombre de Dios debe estar puesto en Cristo y solo en El, y de esto dependerá la estabilidad de su fe.
Cuando esta fe está siendo ejercitada constantemente y andando sobre la base de las promesas de Dios, vamos a reflejar estabilidad y esperanza.
Un hombre para ser considerado como piadoso debe tener cordura, prudencia; humildad y gratitud. Eso lo convertirá en sabio.
La cordura nos llevara a estar consciente de lo que realmente somos ante Dios y los demás. Entendiendo que somos pecadores pero Dios nos ha salvado y nos ha capacitado para su gloria.
El hombre de Dios es un cosmético que hace atractivo la verdad de Dios para los demás al vivir piadosamente.
Es una persona que vive de acuerdo a la vocación que fue llamado. Su conducta está en armonía con los principios bíblicos.
Otra de las cualidades que debemos poseer para ser considerados hombres de Dios es la generosidad, es decir, debemos compartir nuestros recursos con aquellos que padecen necesidad.
El amor de Cristo y su glorioso sacrificio por nosotros al entregarse sin nosotros merecerlo, debe motivarnos a ayudar a los demás sin ninguna condición.
El hombre de Dios debe ser apto para enseñar a otros sobre las verdades de aquel que nos llamó de las tinieblas a la luz.
De una manera sencilla y clara, lleno de amor y misericordia, debemos presentar el evangelio a los demás. Pero eso no nos limita solo a nuestras palabras, sino que nuestra predicación debe estar acompañada por nuestra conducta y ejemplo.
Un hombre de Dios no puede ser esclavo de sí mismo. Como hombres piadosos también debemos evitar toda conducta dañina.
Toda cosa que aparente no ser mala , pero que su práctica no nos ayude a crecer piadosamente, un hombre de Dios debe eliminarla de su vida.
El hombre de Dios debe y tiene que amar a Dios con toda su fuerza, mente y corazón. Esto va a ser evidente porque su vida refleja un deseo creciente por las cosas piadosas.
Para concluir, el hombre de Dios es un ejemplo para sus hijos y la generación que viene detrás de él, ya que al ser un vaso utilizado por su Señor, modela la características de Cristo y enseña a los demás cómo fortalecerse en la fe.
Por: Alvaro Báez
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