En el verano del año 2007, me di cuenta que tenía un gran vacío en mi corazón. A pesar de que estaba rodeado de personas que me apreciaban, y de que estaba haciendo cosas que me gustaban, me sentía sin sentido.
Durante un tiempo traté de buscar mi propósito en la vida a través de la psicología o la filosofía, pero nada de eso me llenaba.
Luego intenté leer el libro de Proverbios y algunos libros de los "Testigos", pero no fueron suficientes.
Pero en julio de ese mismo año, empecé a visitar una iglesia que era pastoreada por un amigo de la familia.
Al principio iba todos los domingos en la noche,pero luego comencé a participar en los estudios bíblicos durante la semana. En ese tiempo el Señor fue trabajando en mi corazón y me fui dando cuenta que necesitaba reconciliarme con Él.
Anteriormente yo entendía que era una buena persona y que tal vez sería salvo por mis obras, sin embargo fui aprendiendo que la salvación no dependía de lo que hiciera, sino de lo que Cristo hizo por mí en esa cruz.
Después de un tiempo empecé un proceso de enseñanzas bíblicas para mi crecimiento en la fe.
Siendo honesto no fue algo fácil dejar mi manera de vivir. Yo estaba en el último año de bachillerato y practicaba baseball y eso me hacía estar rodeado de gente. Como adolescente generalmente quieres hacer lo que realizan los demás, y a veces me sentía presionado.
Pero me fui dando cuenta que mientras crecía en la fe, esa presión desaparecía y más conocía al Dios que me salvó.
Esa decisión que tomé en el año 2007 ha sido la mejor en mi vida. He aprovechado mi juventud al máximo y he visto el cuidado del Señor en cada momento.
Ahora estoy casado y junto a la esposa que Dios me ha regalado pensamos seguirle siendo fiel a Dios porque Él siempre ha sido bueno.
Jesús nos hace la invitación para venir a él. Él es el único que puede saciar nuestros corazones. Buscar la felicidad en las cosas de este mundo es como echar agua en un cubo roto, que nunca se llenará.
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